Justo un año después de su publicación, la obra clásica de George Orwell, 1984, es objeto de debate público. Se dice que la llegada de los ordenadores personales y el auge de los nuevos medios de comunicación están conduciendo a un mayor control y manipulación del individuo, tal y como ocurre en el libro. Otros ven esto como progreso ansiado, se inclinan por las preferencias individuales y el valor del entretenimiento. Al mismo tiempo, el tono en la política se vuelve más duro hacia las minorías, la improductividad y el liberalismo, como en el libro de Orwell. Al final, el único ganador de este debate es el poder de las imágenes.

Desde 1948, la segregación racial divide Sudáfrica con leyes estrictas: las personas de color se ven obligadas a vivir en barrios marginales (townships) y se les niega el acceso a la educación, a una carrera profesional, así como el derecho al voto. A mediados de la década de 1980, el sistema comienza a desmoronarse, aumentan las protestas y las críticas internacionales, y Nelson Mandela se convierte en una figura clave. En esta época de agitación, fotografías simbólicas como las tomadas por David Turnley, quien más tarde recibió el premio LOBA por su tensa serie sobre Sudáfrica, atraen el interés mundial.